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Neutral
Ylsiel Filosombrío
Imagen de Ylsiel Filosombrío
Información del personaje
Raza Kaldorei
Edad 10360
Clase Cazadora de demonios
Alineamiento Caótico neutral
Lugar de nacimiento Suramar
Afiliación Illidari
Estado Viva


Transfondo.

​Infancia.

Ylsiel Filolunar nació hace 10360 años en la ciudad de Suramar, fruto de la unión entre un guardia de la luna y una sacerdotisa de Elune. Se crió y creció junto a su hermana menor Nirai bajo la protección de su madre Lysanelle. Cuando alcanzo la juventud, decidió seguir los pasos de su madre y se alisto a las hermanas de Elune. Allí, bajo la tutela de la sacerdotisa Milena, comenzó su instrucción en la fe de la diosa y en el combate bélico, sin embargo, la joven elfa encontró más gratificante el combate que el adoctrinamiento de la fe, cosa que más adelante lamentaría.

​Guerra de los ancestros.

Cuando la legión empezó a invadir Azeroth y la guerra estallo, Ylsiel estaba dispuesta a luchar para proteger la tierra donde había nacido, pero su maestra Milena se lo prohibió porque era muy joven e inexperta y además no era capaz de invocar los dones que la diosa brindaba a sus devotas seguidoras. 
Una Alta Sacerdotisa evacuó a las novicias a una sala segura cuando los demonios se acercaban al templo. Las encerraron custodiadas por dos sacerdotisas ya formadas. Fuera de la sala solo escucharon golpes. La puerta se abrió de golpe, era Milena, estaba cansada y manchada de sangre. - ¡Tenemos que salir del templo, lo han tomado por completo! -vociferó. Las novicias y las dos sacerdotisas, guiadas por Milena, lograron acercarse a una de las salidas del templo, pero antes de poder abrir la puerta, de la madera de la misma surgió una gran cuchilla con tonos viles que atravesó el pecho de Milena. Ylsiel ahogó un grito ante la escena, su maestra acababa de morir ante sus ojos. Con lágrimas en los ojos, miró a una de las sacerdotisas. Esta también estaba llorando, pero cumplió con su deber y guió al resto de novicias hacia otra salida mientras la otra sacerdotisa cubría la retirada.  
Cuando llegaron a la otra salida vieron como la puerta se abría desde fuera, era la guardia de la luna que venía a defender el templo, pero al ver la cantidad de demonios que lo habían asediado decidieron sacarlas de allí y ponerlas a salvo. Los lideraba un elfo alto y corpulento con una mirada llena de experiencia. Se trataba de Tirnelion, padre de Ylsiel.
Tras un duro camino de esconderse y correr, llegaron a la zona asegurada. Allí Ylsiel pudo reunirse con su hermana y su madre. Cuando la familia estuvo junta, pasaron unas horas algo más tranquilos. Pero los demonios no tardaron en encontrarles. Lograron romper las barreras que la guardia lunar había levantado y entraron. Mientras su madre, Lysanelle, trataba heridos, Tirnelion se encargaba de lanzar hechizos a los que se acercaban. Sin embargo, la legión se percató de su uso de magia y envió un manáfago, que arremetió con fuerza contra el mago. Este lanzó unos cuantos hechizos que el demonio disfrutó como aperitivo, pues el primer plato era él. El manáfago consiguió reducirle, y en un grito desesperado logró avisar a su familia. Las tres elfas tardaron en reaccionar, pero finalmente corrieron. Ylsiel pudo ver como el manáfago se alimentaba de su padre al echar la vista atrás mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Corrieron todo lo que pudieron hasta no poder más. 
La pequeña Nirai lloraba, su padre acababa de morir ante sus ojos y estaba muy cansada de correr, además de aterrada. Lysanelle decidió esconderse tras un enorme roble para descansar un poco, pero Nirai no paraba de llorar. Ni la madre ni la hermana pudieron calmar sus llantos, hasta que escucharon unos pasos. Un manáfago se acercaba a ellas desde el campamento. De su boca caía un colgante, era de su padre. El mismo manáfago había seguido a las elfas. Echaron a correr, pero ese demonio estaba recién cargado de magia y era muy veloz, no le costó nada alcanzarlas lo suficiente para alcanzar la espalda de Ylsiel y hacerle un buen arañazo que dejaría cicatriz. El instinto protector de su madre no permitió que siguieran hiriendo a su hija, así que se paró ante el monstruo, llena de determinación. 

-Ylsiel, Nirai, corred. Os quiero. 

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Ylsiel en su época de novicia.

Las jóvenes se negaron en un principio, pero una dulce mirada de su madre dejó claro lo que iba a ocurrir, además de dar rienda suelta a las lágrimas de las hijas, que salieron corriendo. El manáfago rugió y atacó. La sacerdotisa aguantó lo que pudo.  Las hermanas corrieron y corrieron, cansadas y destrozadas. Ylsiel había perdido sangre por la herida de su espalda y estaba mareada. Necesitaría descansar pronto y detener el sangrado. Entonces volvieron a escuchar pasos detrás de ellas. Creían que era su fin. Se giraron y su sorpresa fue grata. Eran elfos, congéneres, habían visto a Ylsiel sangrar y habían ido a ayudarla. Trataron la herida y salvaron las vidas de ambas. Se trataba de la resistencia. Se oponían a las decisiones de Azshara y, obviamente, a los demonios. Tras ayudarlas y llevarlas al campamento, las hermanas decidieron quedarse con ellos, entrenar y unirse a la causa. Las hermanas estuvieron aprendiendo a luchar junto a resistencia hasta que supieron lo justo para participar en algunas escaramuzas, pero no estuvieron listas a tiempo para participar en ninguna batalla importante. La guerra de los ancestros acabó, y con ella la resistencia. Cuando esta se deshizo, las hermanas se dieron cuenta de lo solas que estaban. Además, no tuvieron tiempo de hacer nada, estaban frustradas. Lo mejor que pudieron hacer fue vivir juntas cuidando la una de la otra y entrenándose entre sí para no perder la forma ​.​

 ​Época de Centinela y Tercera guerra.

Estuvieron así años hasta que se enteraron de la creación de las centinelas, por Tyrande Susurravientos. No dudaron en recoger sus cosas e ir a alistarse. Pasaron siglos entrenando, hasta luchar como auténticas maestras. Participaron en la guerra del sátiro, lucharon contra los qiraji, hasta lucharon contra los orcos de la Horda cuando intentaron arrasar sus tierras. Su vínculo fraternal era el más fuerte de entre las centinelas. Nirai era despreocupada, se lanzaba al combate con la impulsividad que la caracterizaba. Ylsiel era más calculadora, pensaba antes de cada movimiento lo que la hacía más precisa y práctica. Entonces llegó la tercera guerra. Los demonios habían vuelto. Las hermanas estaban asustadas recordando lo que ocurrió la última vez que enfrentaron un intento de invasión demoníaca, pero esta vez sería diferente, sabían

Night elves scene by lazarusreturns

Nirai e Ylsiel en los bosques de Vallefresno.

luchar y se tenían la una a la otra para defenderse. Aguantaron muchas batallas juntas, los demonios no eran tan duros como los recordaban en la guerra de los ancestros. Pero ocurrió algo que cambiaría el destino de Ylsiel para siempre. Fueron enviadas a la batalla del monte Hyjal, donde ambas hermanas luchaban espalda contra espalda. Se cubrían y rebanaban monstruos a diestro y siniestro, Nirai estaba fuera de sí, se lanzaba a por ellos sin pensar en las consecuencias. En uno de sus ataques, se lanzó dentro de un círculo de demonios que la acorralaron. Ylsiel se lanzó a salvarla, entró junto a ella en el interior. Los demonios la tenían contra las cuerdas, estaba llena de cortes y heridas, pero seguía luchando con fiereza, Ylsiel se dispuso a cubrirla y sacarla de ahí. Lo logró, la llevaba arrastras enganchada a su hombro, estaba muy herida, pero aguantaría hasta que la curaran. Pero no fue así. Una enorme hoja atravesó su pecho. Uno de esos demonios la había lanzado y había acertado. Ylsiel abrió sus ojos de par en par mientras veía el cadáver de Nirai caer al suelo. Se quedó parada, ahogando un grito. Solo pudo seguir corriendo con el cadáver hasta haber huido. 

 ​Viaje a Terrallende y iniciación como cazadora de demonios.

Tras la muerte de su hermana, Ylsiel dejó las centinelas. No sabía qué hacer, así que se dejó llevar por su ira y comenzó a buscar pequeños enclaves de demonios para destruirlos. Se metió de cabeza en un campamento de la legión y se vio rodeada, iba a morir, pero moriría eliminando a aquellos que habían destruido su vida. Aguantó lo que pudo, pero estaba exhausta, no podía más. Comenzó a reír, el final se acercaba, pero justo antes de recibir el golpe fatal, una sombra se deslizó entre los demonios, eliminándolos como un rayo. Los eliminó a todos hasta solo quedar ellos dos. Era un elfo. El individuo llevaba una venda en los ojos, parecía ciego. Al verlo mejor, se dio cuenta de que no era totalmente un elfo. Tenía partes demoníacas, cuernos, escamas. Le habló de un maestro, un maestro que podría evitar que más gente sufriera lo que ella había sufrido. Ese maestro no era ni más ni menos que Illidan Tempestira, el Traidor. Ylsiel se lo pensó mucho. Miró sus gujas y luego al hombre. ¿Eliminar demonios? ¿Ahorrar sufrimiento a sus congéneres? Es algo que haría con gusto. Si su vida iba a acabar de igual manera, que fuera sirviendo de algo a los kaldorei. Al día siguiente partió a Terrallende junto a ese elfo, hasta llegar al Templo Oscuro.  Cuando llegaron, Ylsiel echó un vistazo al resto de iniciados. Había elfos de todo tipo, pero muchos de ellos habían perdido la cabeza. Hablaban solos, gritaban, atacaban. Ylsiel no le dio importancia, se centró en su objetivo y comenzó los entrenamientos físicos.

Tras varios meses entrenando y aprendiendo hechizos, llegó el día del ritual. Llevaron a la iniciada a un patio, allí en el centro había un circulo de runas brillantes, al cual le indicaron que se adentrara, una vez que Ylsiel se encontraba en el centro del círculo de runas el maestro musitó unas palabras mágicas haciendo que apareciera un demonio. Ylsiel se quedó de piedra al verlo. Era un can manáfago, el mismo tipo de demonio que había destruido su vida.

-Hola, pequeña elfita. ¿Te acuerdas de mí? Tu esencia huele igual que la de tus padres. Hmmmm....-dijo el manáfago mientras se relamía. 

La elfa no podía creer que de verdad fuera justamente el mismo monstruo que devoró a sus padres. Sin siquiera percatarse de ello, se puso a llorar cuando los recuerdos brotaron. El manáfago aprovechó el shock de la iniciada para atacar, haciéndole una herida en la pierna y tumbándola contra el suelo.

- Parece que vas a ser casi tan fácil de devorar como lo fue tu madre. Tu padre se resistió un poco más, pero al final ambos fueron completamente inútiles. - el manáfago rio- Menudo par de estúpidos al enfrentarse a la legión.  

Aquellas palabras hicieron que Ylsiel dejara de llorar, alzó la mirada y observó al demonio directamente. Su cara se tiñó de ira y en un rugido lleno de odio se lanzó a por el manáfago.       La verdadera batalla acababa de comenzar, la elfa se deslizó con sus gujas por delante hacia el estómago del monstruo, pero este saltó, evitando el daño. Cuando cayó al suelo se lanzó a por ella y colmillos y gujas chocaron, emitiendo un sonido metálico. Ylsiel aprovechó la situación de forcejeo para lanzar un pequeño hechizo de las sombras contra el manáfago, no le haría mucho daño, pero si lograría hacerle retroceder. Ese instante en el que el manáfago cedió fue decisivo, Ylsiel apartó una de las gujas de la boca del demonio y se la clavó en la cabeza, dejándolo inmóvil en el suelo.

- Ahora, cómete su corazón. - Ylsiel escuchó esas palabras de boca de su maestro, fuera del círculo. La elfa dudó, le daba bastante asco imaginárselo, con su guja abrió el pecho del demonio y agarró el corazón. Ardía, Ylsiel lo lamió e hizo un gesto de asco. Desde luego no era un plato gourmet. Comenzó a darle pequeños bocados. Cada trozo que caía en su estómago era un infierno de llamas y dolor, pero tenía que hacerlo. Cuando vio que aquello no acababa devoró lo que quedaba del corazón de un bocado. El dolor fue grande, pero era el corazón de aquel demonio que mató a sus padres, la ira la ayudó a superarlo     

- Bebe su sangre. -Ordenó de nuevo su maestro. Se agachó al lado del cuerpo sin vida del manáfago, de su pecho manaba sangre, la elfa cogió un poco entre sus manos y le dio pequeños sorbos hasta que no quedo nada. Ylsiel se alzó victoriosa, pero la alegría solo le duró unos instantes. A los pocos segundos de terminar de beber, se sintió mareada y cayó al suelo. Allí tumbada comenzó a ver cosas, demonios destruyendo mundos y matando. Cientos de mundos eran arrasados, las visiones no paraban, creía que se iba a volver loca. Cerró los ojos, pero de nada sirvió, no sabía que hacer así que sus manos se acercaron a su cara y comenzaron a arañar sus ojos, solo quería que parase. Con tantos arañazos, los ojos salieron de las cuencas. La visión paró. Pero Ylsiel se había quedado ciega. El dolor y la pérdida de sangre hicieron que perdiera el conocimiento. Pasó unos días inconsciente. Cuando despertó ya habían vendado sus ojos y como a los demás, le habían salido rasgos demoníacos. Se levantó aturdida y escuchó una voz. Era el maestro Illidan. 

-Bienvenida, Ylsiel Filosombrío. Ahora eres una Illidari​.

 ​Nathreza, Mardum y salida de la Cámara de las Celadoras.

Meses después, siguió a Illidan Tempestira hasta Nathreza, donde se alzaron victoriosos. Al tiempo atacaron Mardum, consiguiendo la piedra angular sargerita, pero al volver las celadoras habían atrapado al maestro, y atraparon a todos con él. Ahora, junto al resto de Illidari, Ylsiel ha despertado. Y tiene más sed de demonios que nunca.

                                                                                                                                                                   

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