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Simón
Imagen de Simón
Información del personaje
Servidor Los Errantes
Apodo Bazofia, excremento, escoria, etc.
Título Mayordomo
Género Masculino
Raza No-muerto (necrófago)
Edad 17 ante mórtem
Clase Esbirro (Véase Garmont)
Alineamiento Legal Malvado
Ocupación Sirviente de Lord Garmont
Lugar de nacimiento Aldea Piroleña
Residencia Castillo del Colmillo Oscuro
Estado Vivo

Descripción física[]

El rostro de Simón guarda pocos parecidos con el del hombre que fue una vez: su cara es un esperpento abombado, más similar en hechura a un pepino o a un calabacín que a una calavera humana; sus dientes se asemejan a paletas, o en todo caso a esquirlas de marfil astilladas y distribuidas al azar por su boca; tiene unos ojillos negros y hundidos como botones que reflejan un leve atisbo de inteligencia (equivalente a la de un chiquillo de cuatro años); y luce una calva tan luminosa que aun sin engrasar podría cegar a un ejército de colocarla en perpendicular a los rayos del sol.

De su vello facial solo queda un recuerdo vomitivo: unas greñas de pelo ralo y ceniciento que se extienden por sus patillas y que le dan un aspecto vintage; y una cola a la altura de la nuca que se asimila al chorrito de una fuente de agua turbia.

De otro lado, sus extremidades son alargadas y simiescas, lo que haría a un erudito ingenuo plantearse si no se encuentra ante el eslabón perdido entre el gorila y el orco, solo que mucho más maloliente que el primero y mejor educado que el último. Su tez es oscura y está habitada a perpetuidad por una colonia de larvas de tierra. Tiene los dedos abotagados y tornados en garras, y ha perdido unos cuantos; aparte, es patizambo, con una pierna deforme y de menor longitud que la otra, y camina con un jocoso anadeo que nada tiene que envidiar a los andares gallardos de un pato.

Además de eso, a su abdomen le falta carne —y estómago, puestos a pedir— y la musculatura de su cuerpo está magra. Parece un colgajo de pellejos andante, sujeto por una osamenta que cumple el papel de bastidor y víctima de un movimiento pendular, que informa de un antiestético raquitismo y de una dolorosa escoliosis.

A veces, para no espantar con el hedor o con la exposición pública de sus partes pudendas —esto es, de los órganos que se le descuelgan al paso—, se viste con una armazón de vendas, a la guisa de una momia, que poco logra disimular la fetidez o la visión grotesca de sus vísceras a punto de desparramarse por los suelos.

Descripción psicológica[]

Simón es un necrófago de temperamento subversivo, anormalmente listo y con un prurito eternamente insatisfecho de higiene personal.

De su niñez no alcanza a recuperar gran cosa, aunque sus nalgas llevan impresa la huella de una colección de azotes asestados con látigo, así que lo más probable es que su oficio fuera el de mozo de cuadra o algo por el estilo.

Puesto al servicio de los nobles toda su vida, Simón se regocijó al ser reanimado y durante unos breves instantes abrazó la idea de reinar sobre su propia compañía de súbditos decadentes y perfectamente leales. Pero el hechizo que lo alzaba debió de truncarse, porque en lugar de dar origen a un muerto viviente de más alta categoría, Simón se quedó estancado en el humilde estamento de necrófago.

Nunca ha perdonado a los señores que con tanta frecuencia lo castigaron y se mofaron de él. De todas maneras, siempre ha sido un cobarde redomado, así que a lo máximo a lo que se traducían sus accesos de ira era a una bravata formulada en voz baja y seguida de una retahíla de disculpas vehementes.

Acostumbrado a la servidumbre, Simón muestra un talante respetuoso, modesto y sumamente denigrante, digno de un buen aspirante a gusano. Por las espaldas, no obstante, escupe en las bebidas y adultera sus guisos con heces y otros fluidos purulentos que emanan de las numerosas aberturas de su cuerpo. Esa es su forma de vengarse por el servilismo al que está condenado.

Para sus adentros, anhela que llegue el día en que destrone a su amo y se haga con el control de su propia tropa de lacayos no-muertos. ¿Qué hará después? Lo ignora. Posiblemente, dedicarse a su afición secreta: la música.

Biografía[]

Infancia y juventud: Simón, el Mozo de cuadra[]

Simón nació entre la mugre, vivió entre la mugre y murió sumido en ella.

Su madre era una afanosa asistenta doméstica y su padre probablemente un noble oportunista que se la pasó por la roca a cambio de un par de perras y luego se lavó las manos a la hora de reconocer a su bastardo.

Por todo aquello, Simón creció con un gravísimo prejuicio contra la casta aristocrática, envidioso de las comodidades de las que disfrutaban y que a él le estaban vedadas por lo espurio de su nacimiento. Eso no le impidió trabajar a muy temprana edad —dado que su madre amenazaba con abandonarlo si no rendía algún provecho— para un señoritingo de alta alcurnia: su hermanastro. Entró a su servicio como mozo de cuadra, y sumó su desdén hacia la nobleza a un odio recién adquirido hacia la inmundicia que despedían los galantes corceles por sus muy gentiles desagües.

Fue un muchachito flaco, desgarbado y malnutrido toda su vida, de estampa contrahecha y tan inculto que hasta los asnos concebían reflexiones filosóficas de mayor hondura entre bocado y bocado de heno. Sin embargo, había un deje de astucia en su mirada y una comezón en su vientre (muy seguramente de hambre) que lo impulsaban a abarcar más: estaba harto de su existencia como criado; él quería ser uno de esos lores que impartían instrucciones a todo el mundo.

Armó un gran escándalo en la Aldea Piroleña cuando solicitó —si entendemos por solicitar el gritar como un poseso— que se le identificara a ojos de todo el poblado como heredero de la familia a la que servía. Por supuesto, su pleito no llegó a ningún lado.

Por su rebelión fue escarmentado con una salva de latigazos, de suerte que su amo, alentado por la perspectiva de su trasero desnudo —y pese a la más severa perspectiva del incesto—, se propasó con la administración del correctivo y dejó al pobre Simón medio cojo y privado de sus cualidades de varón.

Muerte y resurrección: Simón el Matanobles[]

Simón falleció poco después, tras haber sido hallado culpable de asesinar a su padre y al que había sido su dueño y hermanastro, lo que le procuró el apodo de ‘El Matanobles’. Fue arrojado a una fosa común donde su cuerpo permaneció años en estado de podredumbre hasta que lo exhumó un nigromante de la Plaga.

Simón, el antiguo sirviente, ha rondado el Castillo de Colmillo Oscuro desde entonces. Fue hecho prisionero entre sus paredes en algún momento, y en un alarde de valentía, él tan solo se acurrucó y permitió que lo condujeran allí a golpe de bastón.

Cuando Garmont y sus acompañantes asaltaron el Castillo de Colmillo Oscuro, Simón pensó que podría aprovechar la contingencia para huir y ser libre, pero una parte muy recóndita de su ser le imploró que se quedase. En otras palabras: estaba acojonado y temía ser despedazado si iniciaba el intento de escapar de la fortaleza.

Insurrección: Simón el Libertador[]

Revolución

¡Viva la revolución! Por Dave Allsop.

De este modo, Simón aguardó paciente y durante algún tiempo planificó diligentemente su venganza. Averiguó que de entre los necrófagos que había atrapados en el fuerte él era uno de los más perspicaces —¡por primera vez en su vida!—; así que se frotó las manos y tramó una insurrección comunicándose con los demás por medio de gruñidos guturales, y cuando no cuajaba a través de manotazos y empellones.

Para mantener apartados a los necrófagos de los aposentos, los caballeros de la muerte estaban rociando los dinteles de todos los accesos al patio con agua bendita, de tal manera que si alguno de ellos trataba de penetrar al interior se quemaba y retrocedía asustado. Simón descubrió esta artería, más por accidente que por lo estimable de su intelecto, y se coordinó con el resto —muy vagamente— para tenderles una trampa a los caballeros de la muerte.

A la hora de la verdad, mientras los señores del castillo pasaban revisión a los necrófagos debido a su comportamiento extraño (ya que habían recibido órdenes de Simón de no atacarles), Simón se coló junto con un grupo de intrépidos en el gran comedor y les prepararon una encerrona que consistía en una agresión a tres bandas. El plan dio resultado y los caballeros de la muerte se vieron forzados a recular, a atrancar todas las puertas y a dirigirse al torreón de Arugal. Pero Simón ya había previsto aquella retirada, así que los emboscó en los tejados.

El sueño de Simón no se materializó de puro milagro: en el último minuto, los caballeros de la muerte empuñaron el cráneo de Alfa y convencieron a los esbirros de que se trataba de un artefacto mágico de terrible poder. Aunque Simón no se tragó —del todo— la trola, sus aliados revolucionarios desaparecieron al punto, temerosos de las represalias del espíritu de Alfa, y lo dejaron solo frente al peligro.

Sumisión: Simón el Mayordomo[]

Simón el Libertador se transformó en Simón el Mayordomo luego de un escueto interrogatorio y de un soborno aún más breve. Garmont lo adoptó como su siervo personal, entusiasmado con la malicia y el ánimo emprendedor del necrófago, y lo puso a cargo de la limpieza de las habitaciones y del reabastecimiento de su copa (la referida cabeza de Alfa). A cambio de su fidelidad tan solo tuvo que ofrecerle unas dependencias coherentes con su posición: las perreras.

Simón está razonablemente contento con este acuerdo, pues ahora se siente por encima de la chusma que pasa la noche a la intemperie. Pero pese a su alegría, de presentársele la oportunidad, no dudará lo más mínimo en apuñalar a Garmont por la espalda, como hizo con su hermanastro y con su padre en el pasado.

Genio musical: Simón el Virtuoso[]

Flauta de hueso

Flauta de hueso de Simón.

Su nuevo amo, Garmont, le ha proporcionado materiales con los que elaborar su propia orquesta de instrumentos de ultratumba: para la percusión, un xilófono cuyas teclas están compuestas de falanges; un flautín, para el viento, tallado en un fémur humano; y por último, un violín de madera de nogal que usa cuerdas fabricadas con tendones de vermis, con un arco de naturaleza ósea para tañerlo.

Sorprendentemente, Simón se ha destacado como intérprete y sabe ejecutar una sublime danza macabra . Garmont desconoce dónde aprendió a tocar con una habilidad tan acendrada, y puede que incluso el mismo Simón lo ignore.

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