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Leonardo Masé
Imagen de Leonardo Masé
Información del personaje
Servidor LosErrantes
Apodo Leo
Género Masculino
Raza Humano
Edad 22
Clase Pícaro
Alineamiento Caotico neutral
Lugar de nacimiento Gilneas
Residencia Hacienda Masé
Afiliación Casa Masé
Estado Vivo

Trasfondo

La noticia

Comida suculenta, bebidas que tan sólo una minúscula parte de todos los habitantes de Azeroth podrían degustar, música de bardos de todo el mundo, mujeres cuyo linaje llevaba subordinado a su apellido desde antes de él nacer, sirvientes: ancianos, adultos y jóvenes. Leonardo, desde la huida de Gilneas vive desde la más profunda decadencia para su familia, mientras el resto de los Masé mueren por su apellido o, al menos, lo ennoblecen.

Distante de cualquier acto heroico, al despertar, Leonardo encontró en su ventana un cuervo con un papel atado a la pata izquierda. Aunque no esperaba ningún mensaje, lo abrió:

“Al infame e impúdico Leonardo.

Ha sucedido lo peor para la noble casa Masé, todos los intentos de recuperar parte de lo que un día fue nuestra cumbre ha fallado, toda la lucha, todas las muertes, no han servido para nada: has heredado el título que desde generaciones lleva pasando al primogénito: Barón del Tramo de la Tempestad.

Te pedimos, desde el más humilde rincón, que intentes no avergonzar demasiado a tus predecesores, y, que a ser posible, traigas a un heredero varón de tu dinastía  a este mundo, y que sea educado para ser un noble en todos los sentidos de la palabra. No como tú.

Aunque esta carta está firmada por mí, hace mucho que la he escrito, y, de hecho, si estás leyendo esto, es porque he muerto y mi mayordomo se ha encargado de soltar al cuervo.

Un frío abrazo desde donde quiera que esté, Barón Leonardo.

Rick Masé”

Por la parte trasera, estaba escrito el lema Masé: “Un cuervo siempre vuelve a alzar el vuelo”

Leonardo, meditabundo unos segundos, se vistió y guardó la carta en un bolsillo de su elegante camisa nueva. Se sentó en la mesa y antes de reposarse en la silla ya tenía todo el desayuno ante él, nada humilde, desde luego.

Tras toda la mañana atendiendo asuntos de pagos, algunos cobros y otros papeleos carentes de prestigio, se tomó un descanso, o más bien, ya no haría nada más digno durante todo el día, para releer y releer la carta.

Tras algunos días repitiendo la misma rutina, Leonardo abandonó. Salió de la casa sin desayunar, gritando al cocinero, uno de sus mejores amigos: “¡Estás al mando!” y nadie sabía a donde iba.

Sin embargo, Leonardo, sí que lo tenía claro, iba a probarse a sí mismo, a demostrarse que no era el decadente que su difunto tío decía que era, que no era el niñato malcriado que los demás pensaban, que no era el descarrilado de la familia. Cuando salió de la casa llevaba todo, un ropaje para nada elegante, era más bien cómodo y ágil acompañado de una sí que más defensiva pechera de cuero. A su espalda, una mochila de tamaño medio donde metió recursos básicos, algunas cuerdas que había en el trastero, un par de botas que vació de vino y llenó de agua limpia, comida y otros recursos de menor consideración. Al salir, se pasó por la casa del cazador, que era un cuartucho donde el encargado de la caza guardaba lo que necesitaba, y cogió un carcaj lleno de flechas, el mejor arco que había y un machete. Disparado al establo, subió a su mejor corcel, Don, y salió cabalgando hasta perderse en el horizonte.

El encuentro

Leonardo puso marcha a Gilneas, quería llegar allí para contemplar los restos de lo que un día fue de los suyos. Tras varios meses de viaje, con sus paradas en diferentes aldeas o campamentos, pasando por las Laderas Trabalomas, el caballo tropezó con una cuerda puesta en el camino a modo de trampa, a conciencia. Leonardo aún desorientado por el golpe, se dio cuenta de su situación y salió a correr, aunque no corrió mucho, se encontró con una patrulla de la guardia renegada.

Tras los intentos de comunicación sin éxito, Leonardo intentó escapar de nuevo, por donde había venido pero se chocó nada más al girarse con una armadura sin nadie dentro que se sostenía en pie por sí sola, sin embargo no parecía hostil. La armadura, oscura como el propio lugar, se abalanzó contra los renegados y comenzó a luchar con los tres a la vez, en lo que Leo aprovechó para seguir huyendo. En mitad de su huida oyó una voz femenina que le chistaba, miró hacia dónde provenía y de rasgos similares a los suyos, morena, pálida, esbelta… vestida con una túnica azul seguía llamándole la atención. Quizás en un acto de total irresponsabilidad, Leonardo se acercó.

Armadura que le salvó

Armadura imbuida por Alexa para salvar a Leonardo

-¿Esa… cosa es tuya? –dijo Leonardo, refiriéndose a la armadura.

-Qué más da, lo importante ahora es salir de este antro. –Le respondió la joven, agarrándolo de un brazo y tirando de él

Volvieron hasta Arathi, a una zona que parecía segura, al menos de momento.

-¿Quién eres y por qué me has salvado?

-Es normal que no me conozcas Leo, la última vez que me viste a penas tenías un año. Soy tu prima, Alexa.

Mantuvieron una conversación, recordando el pasando, sus vínculos familiares, la vida de Alexa y también la de Leo.

Leo le contó que cuando él era chico apenas tenía tiempo para divertirse, su padre David, un fanático del orden no dejaba que hiciera otra cosa que entrenar ni estudiar para ser algo en un futuro, sin embargo este desapareció cuando Leonardo tenía tan sólo 9 años sin dejar rastro, y se quedó al mando de las pequeñas posesiones su madre Julieta, es entonces cuando la vida de Leonardo se hizo más tranquila. También le contó la buena relación que tenía con su hermana Nazara, lo gran guerrera que fue y el cómo murió, aunque se ahorró el contar que sus primeras experiencias adolescentes fueron con su hermana mayor, aunque sólo se quedaron en juegos de críos.

Estuvieron hablando como vivieron el desastre gilneano, Alexa tardó en enterarse pues se encontraba encerrada en las bibliotecas de Dalaran, sin embargo para Leonardo fue algo más traumático, vio a su madre morir y tuvo que escapar con su hermana, aunque realmente quien les salvó la vida a ambos fueron sus primos, los Barones del Tramo de la Tempestad: Rick y Laris Masé, que les proporcionaron barcos con los que a duras penas pudieron salir y llegar al reino de Ventormenta.

Leo al huir de Gilneas

Leonardo adolescente

Cuando llegaron a la ciudad cada uno siguió su camino, el viaje en barco no fue fácil y Nazara no quería vivir esta nueva vida como una noble, por lo que se alistó a un grupo de aventureros y Leonardo no supo nada más sobre ella hasta que la informaron de su muerte. Unos familiares lejanos que aún conservaban el apellido dejó a Leonardo quedarse a vivir en una casa dentro de la capital, él aceptó, pero nunca se imaginó que iba a terminar heredando un título después de tantos años.

Tras un par de días acampando en aquel pequeño lugar en Arathi, Leonardo le pidió a su prima que lo dejara sólo, iba a probarse a sí mismo, a quedarse sobreviviendo allí al menos un mes y luego volvería a hacerse cargo de hacer que su apellido volviera a flotar.

Autocrítica

Leonardo, solo ahora, empezó lo que sería un mes de prueba y penitencia. Se deshizo de algunos recursos que cogió de su casa y empezó a obtenerlos por sí mismo, cazó, pescó, intentó crear incluso una cabaña utilizando lo que tenía a su alrededor.

Más allá de los monótonos ritos de supervivencia que hacía casi a diario, también se propuso hacer pruebas, tanto físicas como psicológicas. Físicamente se probó de una forma básica, corriendo, superando obstáculos e incluso aprovechando un pequeño lago que tenía cerca para nadar. Sin embargo, el verdadero castigo para él fue su mente, pervertida de lujuria y altos lujos, el mayor reto al que se enfrentaría sería aguantar todo un mes lejos de esto, pero no conforme también se propuso en mejorar su paciencia.

Un día, volviendo al campamento encontró a un hombre comiendo todo lo que tenía de suministros, el hombre estaba delgado, parecía hambriento, y desde luego estaba claro que la comida la necesitaba mucho más que Leonardo, sin embargo en un instante de egoísmo Leonardo cogió su daga y corrió contra el pobre y hambriento hombre sin dudar en introducir el filo en el cuello del hambriento sin darle tiempo a reaccionar.

Se quedó paralizado mirando como la sangre brotaba desde el cuello de aquel hombre hasta su mano, como se escurría por su brazo y luego caía al suelo. Estuvo minutos manteniendo esa posición hasta que desclavó la daga, y, en otro gesto de abandono pateó al cuerpo para que dejara de estar apoyado sobre las rodillas y simplemente cayera al suelo.

Leonardo sonrío, y murmuró para él mismo: “Un cuervo siempre vuelve a alzar el vuelo”

Tardo poco en recoger sus cosas y poner marcha de nuevo a su hogar, sin terminar el mes de reflexión.

Actualidad

Leonardo entró en la casa y empezó a organizar todo, redujo en gran medida sus gastos, aunque sin privarse de lujos, buscó personal de confianza para explotar mejor esos tratados comerciales antiguos para intentar sacar más, mandó a buscar a su prima Alexa y destituyó al cocinero de su cargo para nombrarlo consejero.

Una de las primeras cosas que pensaron para restaurar lo que un día fue su apellido fue entablar vínculos matrimoniales con algún noble, y empezar a buscar en el registro de nobles de Ventormenta casas que tuvieran lazos sin unir para aprovechar la oportunidad.


(Con sucesos provenientes se irá actualizando)

Apariencia

Leo

 Leonardo posee una altura corriente para los estándares de Gilneas, aproximadamente 1.75 metros. Es moderadamente delgado y su cuerpo no tiene una musculación exagerada sino más bien definida del mero entrenamiento, a simple vista no destaca por su fuerza pero sí por su agilidad.

El rostro es algo ovalado con una frente corriente por la que cae algún mechón de su pelo negro. Su mirada azul observa todo de una forma decisiva y algo irónica. Las cejas se posan sobre esta dándole un porte noble y esbelto. La nariz no destaca, pues es fina y ligeramente respingona. Su boca es más bien pequeña y los labios no tienen un color que destaque, sin embargo sus dientes parecen bien cuidados y de un color blanco perlado.


Carácter

De carácter variable, es frío y serio cuando ha de serlo y es el polo opuesto si la situación lo requiere. Es muy individual y cuando hace algo, si puede ir sólo lo prefiere, sus aires de superioridad le hacen creer que el resto de personas podrían equivocarse en cualquier momento. No acepta que le manden, y aunque siempre busca consejos terminará haciendo lo que él vea más acertado. Es bastante terco pero nada impulsivo, en ocasiones se pasa tiempo reflexionando para banalidades. La sinceridad es para idiotas, no dudará en decir mentira tras mentira si es necesario para su fin.

Familiares

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