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Cin-durotar-full

Los rayos del sol caían sin piedad alguna sobre la piel de Sylastor. El aire, caliente como el aliento de un draco mecía su melena con un rítmico compás. El elfo deambulaba por el árido páramo que ante él se extendía, Durotar, sin rumbo fijo. No parecía importarle mucho, tan solo se limitaba a caminar con la cabeza agachada. Voces internas y heridas recientes lo atormentaban. ¿A qué demonios juega el destino?, se repetía mentalmente una y otra vez. Llegando a un punto del camino, se derrumbó, quizá por el sofocante calor, quizá por la fuerte presión que ejercían sus sentimientos buscando salir. ¿Qué se supone que debería hacer?, pensó mientras intentaba retener las lágrimas en sus ojos. Alzó la cabeza y vislumbró una pequeña charca a la que se acercó gateando, muy lentamente. Asomó un poco la cabeza y durante varios minutos contempló su reflejo en absoluto silencio. ¿Quién soy?, ¿qué soy?, se preguntó mentalmente. Al no tener respuesta alguna frunció el ceño, decepcionado. Hundió lentamente las manos en la charca, cogió un poco de agua y se la tiró por la cara. ¿En qué me he convertido?, ¿qué demonios debo hacer?, ¿acaso me he equivocado siempre?. Las dudas asolaban su mente. No tardó en sumergirse en una especie de trance, evadiéndose por completo de todo cuanto le rodeaba en ese momento. Recuerdos de tiempos pasados comenzaron a abordarlo como si de magia se tratase. Comenzó a recordar con todo lujo de detalles, aquellos maravillosos tiempos en los que una vez se permitió exclamar que realmente era feliz. ¿Qué fue de aquel joven?, se decía para sí. Se abrazó a sus rodillas y escondió la cabeza entre estas. Por primera vez en años, experimentó el frío abrazo de la desesperación. ¿Qué me depara el futuro?, ¿acaso el destino está escrito desde el momento en el que nacemos?, ¿qué somos, sino esclavos de nuestra historia?. De reojo contemplaba la pequeña charca y un último recuerdo invadió sus ojos. Mel'Thar, su padre, aquel al que un día arrebató la vida por una orden de un superior. Aquel al que un día llegó a odiar con todas sus fuerzas. Sylastor esbozó una débil sonrisa.

-Han pasado demasiados años. Años en los que he tenido que aprender a sobrevivir. ¿Sabes? aún recuerdo aquellos días en los que eras un héroe para mí. A veces, lo olvido, pero esta vez, voy a admitir, padre, que.. te echo de menos.

Una angustia inmensa desbordó todos los sentimientos del elfo que no pudo evitar dejar escapar varias lágrimas. No tardó en fruncir el ceño, ¿qué demonios estás haciendo?, se dijo a sí mismo. Sylastor se sentía contrariado, ardía en deseos de expulsar todo ese cúmulo de sentimientos pero por otra parte, hacerlo supondría volverse vulnerable, aceptar aquello que en esos momentos sentía. De vuelta a Cerrotajo, cuando el sol corría a esconderse por el horizonte se topó con una patrulla Kor'kron. Los orcos rápidamente exigieron su rendición. No vaciló ni un instante y en silencio y con una mirada firme se descolgó las armas, se sentó de rodillas y dejó sus espadas sobre su regazo. Los orcos, alzaron sus armas, algo desconcertados por lo que estaba sucediendo. Le despojaron de sus espadas y le ataron las manos a la espalda. No tardaron en llevarselo junto al resto de prisioneros, en su gran mayoría, trols. Los posicionaron de pie, en columna frente a un campo de tiro. Sylastor esbozó una sonrisa y alzó la vista al cielo. Parece que hasta aquí he llegado. Ya no podré ser tus ojos para ver el futuro madre, pensó mientras recordaba anécdotas recientes, Cadya, Thasolen, Amet'Sé, Nairalinde, Milvanyr. Dejó escapar un suspiro, observó a los orcos de reojo con su ojo derecho y susurró en voz baja:

-Lo siento, no habrá una próxima vez, espero que seáis capaces de perdonarme.

El pelotón de fusilamiento cargó sus armas, se colocó en una posición firme y apuntó a los presos, a la espera de la señal. Fuego. El eco de los disparos trajo tras de sí un silencio mortal.

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