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Austros
Imagen de Austros
Información del personaje
Servidor Los Errantes
Apodo Rostro Pesadilla
Título Maestro de hojarrunas/ Miembro de la Vanguardia de Hierro
Género Masculino
Raza Huargen
Edad 34 años
Clase Caballero de la Muerte
Alineamiento Caótico-Neutral
Ocupación Alquimista
Lugar de nacimiento Gilneas
Residencia Acherus
Estado No-muerto

Descripción[]

Austros es un huargen caballero de la muerte. Adora ver el terror en los ojos del enemigo en combate, pues a menudo logra que su salvaje rostro simbolice la llegada de la muerte. Antaño un habilidoso guerrero, hoy día se ha convertido en una máquina de matar sanguinaria incapaz de controlar sus propios actos una vez que ha percibido el aroma de la sangre aún caliente, fruto tanto de su condición de mitad bestia, como por su conversión en no-muerto.

Fisionomía[]

Forma humana:

De tez más pálida de lo normal, oculta las cicatrices de las batallas bajo una espesa barba que le cubre desde el bigote hasta la barbilla. Sus dedos, ennegrecidos por la falta de riego sanguíneo durante el tiempo que permaneció inerte en las heladas montañas de Rasganorte, junto al intenso brillo fantasmagórico azulado que desprenden sus ojos, son los únicos rasgos de no-muerto que presenta, por lo que suele ocultar su rostro para pasar desapercibido a miradas acusadoras.

Muestra una aterradora cicatriz en su pecho, cosida con malas artes.

Forma huargen

El espeso pelaje de su cuerpo se tiñe de un negro intenso, unicamente interrumpido por un blanquecino color gélido que hiela su hocico. Sus garras, con las que ha desmembrado enemigos o destrozado paredes, muestran ciertos signos de arañazos y roturas que Austros intenta reparar. Bajo esta forma su mente no suele ser muy racional, y se deja llevar por sus instintos. Le encanta sentirse libre cual animal, y a menudo, durante la madrugada, se desprende de su armadura por un rato para correr salvaje bajo la luz de la Luna, anhelando en secreto la vida.

Personalidad[]

En vida, honorable guerrero. Fiel a sus amigos, risueño con cientos de aspiraciones y seguro de sí mismo. Tras la muerte de sus tíos, ambos por vejez, desarrolló una gran capacidad para valorar a las personas importantes de su vida, siendo selectivo pero leal.

Tras su muerte, su alma cambió para siempre. Perdió la capacidad de alcanzar todo sentimiento positivo, lo que le condujo hacia la ira, el odio y la propia desesperación. Tremendamente rencoroso, y muy agresivo, su naturaleza huargen, unida a la no-muerte, hicieron de él alguien desconfiado, brutal y no muy digno de confianza. Bajo su forma humana intenta pasar desapercibido, como un lobo agazapado, observando todo a su alrededor para conocer hasta el mínimo detalle de un posible enemigo. Como huargen, no suele atender a razones en batalla. No obedecerá a ningún superior, ni siquiera recordará la mayoría de sus propias acciones si la sangre toca sus colmillos. A demostrado ser un peligro incluso para sus propios aliados, ganándose una merecida fama terrorífica.

A pesar de todo ello, siente empatía con ciertos aspectos, así como un aplastante sentimiento de culpa por su pasado, siendo este, quizás, su único punto débil.

Armería Rúnica[]

Tras su muerte, Austros aprendió el uso de las runas y su aplicación a casi todo tipo de armas durante su adiestramiento en Acherus. Con el tiempo, el huargen perfeccionó la forja de runas y la canalización del poder rúnico, hasta el punto de comenzar a coleccionar armas imbuidas en todo tipo de poderes profanos. Tras muchos viajes, reunió un auténtico arsenal de humildes espadas, mandobles y armas de asta que convirtió en letales herramientas de destrucción. En un oscuro rincón del Bastión del Ébano, Austros guarda celosamente dichos trofeos, los cuales se han convertido, en el mayor orgullo del caballero de la muerte. A pesar de que las armas que guarda se cuentan por decenas, las más conocidas son:

Arma

Muro de ébano[]

Un inmenso mandoble de casi dos metro de longitud. A pesa de su gigantesco tamaño, es muy liviana. Equipada con runas del cruzado caído, esta hojarruna es utilizada tanto para ataque como defensa. En su superficie porta las vendas de uno de los nigromantes que le reanimaron, recuerdo eterno de lo que le ocurre a los enemigos que se interponen en su vida.

Runas gemelas Austros

Runas Gemelas[]

Hojas de una mano totalmente idénticas y armas predilectas de Austros. Encantadas con runas de cuchilla de hielo y cruzado caído, estas hojarrunas guardan un profundo significado para el huargen, convirtiéndose así en sus armas favoritas.

Cuando decidió vivir en el exilio, para que el propio mundo olvidase su existencia, en uno de sus viajes decidió visitar la tumba de quienes fueron sus aliados. Allí, todas las lápidas reunidas, en memoria de aquella fatídica noche, daban descanso a las personas más importantes de Austros en vida. Para su sorpresa, una última lápida con su nombre aguardaba en silencio con una inscripción: ``En memoria de un fiel capitán que dio la vida junto a sus hombres. Que sus armas descansen en el lugar en que su cuerpo no pudo´´. Desde entonces, recogió sus armas, antaño nobles, y las perfeccionó, esta vez, para una nueva causa mucho más oscura.

Cadáver inquieto Austros

Cadáver inquieto[]

Hoja de una mano con runas de aterraexánime. Esta espada, forjada en Acherus, basa su diseño en una pieza muy antigua que solía utilizarse en los tiempos en que Naxxramas causaba pavor en los Reinos del Este. A pesar de ser una imitación, su calidad es excepcional, y en manos decididas ha demostrado ser un auténtico peligro.

Muerte viva Austros

Muerte regeneradora[]

Curiosas hojarrunas que mezclan el poder profano con la regeneración del agua. Encontradas en mal estado a orillas Kaldorei, Austros las restauró para que volvieran a ser útiles. A pesar de que la forja de runas de cuchilla de hielo fue satisfactoria, lo cierto es que al empuñarlas, Austros siente una energía hidromántica misteriosa y difícil de controlar, por lo que aún no las ha utilizado demasiado, en espera de descubrir el secreto que ocultan.

Dienteferreo Austros

Filo del héroe salvaje[]

Arma de asta improvisada fabricada por el propio Austros.

Tras atravesar el Portal Oscuro y quedar atrapado en Draenor, durante una escaramuza perdió sus armas. A consecuencia de ello, y sin una hojarruna con la que poder canalizar su poder, se vio obligado a fabricar un arma para, al menos, poder defenderse y saciar el Hambre eterna. Cazando con sus propias garras una bestia salvaje de aquellas tierras, Austros improvisó un arma de asta hecha con los colmillos del animal y un mineral nativo, aunque muy resistente.

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Trasfondo[]

La historia de Austros está marcada por la gloria pasada y la culpa de los caídos.

Austros, Capitán de Filo Vanguardia[]

En vida, cuando tan sólo era un chico de de veinte años, Austros consiguió el mayor ascenso militar de toda su carrera. El rey Genn Cringris, monarca del reino humano de Gilneas, supervisó el desarrollo de sus habilidades desde que ingresó en la milicia a edad temprana. Sus avances con la espada fueron tales, que poco antes de la Tercera Guerra fue nombrado Capitán de la guardia, permitiéndole así tener bajo sus órdenes un número reducido de guerreros a sus órdenes (máximo 20).

Con el sueño de su vida cumplido, el joven reclutó a un pequeño grupo de valientes de élite que quisieran estar bajo el mandato de uno de los capitanes más jóvenes hasta la fecha. Algunos rechazaron la oferta, alegando que no tenía la experiencia suficiente como para dar órdenes a auténticos veteranos de guerra. En cambio otros, se unieron creyendo que el muchacho era todo un prodigio de la época.

A su grupo de guerreros, se unieron finalmente nueve personas. Esta fue la formación definitva:

           Austros: Capitán de la Vanguardia con tan sólo 20 años. Extremadamente hábil con espadas de dos manos y gran estratega. Llevó a sus hombres a muchas victorias, considerándolos su propia familia.

            Bergot: Un hombre de 44 años veterano de La Primera Guerra con gran habilidad como condotiero.

   Roin: Guerrero de 32 años especializado en el combate con armas a dos manos. 

           Cronem: Un hábil arquero de 29 años. Eficaz pero demasiado valeroso a veces.

  Haila: Chica de 27 años especializada en el combate con dos armas de una mano.

       Tera:Hermana menor de Haila. A sus 25 años ya dominaba con soltura la mayoría de técnicas de sanación.

       Alfrus: Oficial y mano derecha de Austros. Siendo también veterano del Portal Oscuro, era el más sabio del grupo, a sus 58 años aún utilizaba la magia arcana para destruir enemigos.

       Hax: Primera linea de batalla de la guardia. Su cuerpo musculoso de 39 años combinaba resistencia y fuerza para cargar con su escudo fácilmente.

       Zorn: Hermano mayor de Hax. A sus 43 años de edad, se convirtió en toda una eminencia en la alquimia, además de ser el profesor de Austros en este ámbito.

       Niarok: Ingeniero y forjador de 40 años de edad. A menudo llevaba provisiones de munición, recambios, afilaba las armas y reparaba armaduras en incursiones largas y peligrosas. 

Durante varios meses, seleccionó con cautela a los miembros de su grupo, en busca de cubrir las necesidades en batalla y cubriendo todos los puntos a tener en cuenta, ya fuese ofensivos, defensivos y preventivos. Cuando finalmente todos se conocieron en la primera reunión, no tardaron en forjar un espíritu de equipo férreo, y como muestra de igualdad, Austros propuso elegir entre los diez el nombre por el que se conocería a su escuadrón. Tras mucho discurrir, y nombres rechazados, acordaron llamarse Filo Vanguardia.

La defensa del Reino[]

El nombramiento de Austros como Capitán no fue casualidad, pues Gilneas necesitaba cuantos más efectivos para contener una amenaza que hacía tiempo se rumoreaba que se estaba gestando. Se decía que un grupo de no-muertos merodeaba por los Reinos del Este, y que supondrían una amenaza cada vez mayor. El Filo Vanguardia fue destinado a numerosas misiones en las que tuvieron que enfrentarse directamente contra las hordas de muertos vivientes que avanzaban inexorablemente por el Norte de los Reinos del Este. Las victorias fueron aplastantes, pero no suficientes. 

Con la llegada de las tropas no-muertas a puertas del Reino de Gilneas, Genn Cringris optó por la ley marcial, cerrando su inmensa muralla para permanecer a salvo de la amenaza de La Plaga. Esta decisión tuvo severas consecuencias, no solo para Austros y su compañía, que quedaron fuera de los límites del muro por propia voluntad, sino para la población civil que vivía en las cercanías del reino. 

Bajo el espíritu honorífico que les caracterizaba, el Filo Vanguardia optó por unanimidad permanecer como defensa de la aldea cercana a la muralla que quedaría expuesta a los ataques de La Plaga: La Aldea Piroleña. Durante un periodo de varios días en los que los no-muertos dieron un respiro, organizaron sus suministros, estrategias de defensa y protección civil para salvaguardar la vida de los aldeanos. 

Se repartieron la aldea por sectores para tener cualquier flanco controlado. Cronem, vigilaría desde la torre junto a su arco. Bergot, acompañaría a Hax y a Roin a las afueras de las puertas para cubrir el terreno adyacente durante la noche. Halia patrullaría las calles de la aldea junto a Austros, mientras que Tera y Zorn se encargarían de poner a salvo y tranquilizar a los habitantes en todo momento. Por último Alfrus, permanecería en la parte trasera de la población, vigilando la retaguardia junto a Niarok. 

Los días pasaron sin grandes novedades. Algún pequeño grupo de no-muertos se acercó inútilmente a la aldea para ser aniquilados, pero nada más. Mientras, los aldeanos deseaban que todo volviera a la normalidad, a la vez que los miembros de Filo Vanguardia mantenían la esperanza de que la muralla del reino se abriese para dejarles pasar cuando todo acabase.


Pero lo que no sabían, era que su mayor amenaza, no sería La Plaga...

La noche de la pesadilla[]

Durante una oscura madrugada lluviosa, el estruendo de la tormenta sacudía la moral de los guerreros. Aquella noche la visibilidad era casi nula, y apenas se podía hacer guardia. Saltó la alarma cuando un fuerte grito estremeció a todos, procedente de la puerta trasera de la aldea.

Austros se acercó y encontró a Halia llorando en el suelo, y señalando el cuerpo sin vida de Alfrus en el suelo. El chico quedó casi tan desolado como la joven. Ambos no podían creer que su compañero estuviese muerto. Alfrus presentaba una tremenda mordedura en el cuello que casi le había separado la cabeza del cuerpo.

Rápidamente se alzó la voz de alarma y se dispusieron a localizar al culpable. Pero fue el culpable quien los localizó a ellos.

Sin previo aviso, una manada de seres mitad humanos, mitad lobos, se abalanzó sobre ellos saltando la muralla de madera apenas sin esfuerzo. El caos se apoderó de la aldea en cuestión de segundos. Austros y compañía lucharon como nunca antes frente a un enemigo desconocido. Aquellas bestias no se fatigaban, no cesaban en sus ataques, eran máquinas de matar sin piedad. 

Lentamente, el suelo se tiñó de rojo con la sangre de inocentes y enemigos, así como de aliados del Filo Vanguardia. Cronem cayó desde la torre de vigilancia tras el ataque de uno de ellos. Zorn y Bergot murieron a causa de las heridas. Roin acabó con una de sus espadas en mitad del pecho, y Tera perdió el conocimiento tras el abusivo uso de la magia, condenándose ella misma. Niarok murió al lanzar un pequeño explosivo demasiado cerca de sí mismo, aunque llevándose consigo varias vidas enemigas, sacrificando así su último aliento.

Cuando tan solo quedaron con vida Hax, Austros, Halia, y la mayor parte de la población había sido diezmada, se percataron de que, aquellos que no morían, eran convertidos en uno de ellos, algo parecido a lo que ocurría con La Plaga. Fue entonces cuando fueron conscientes de que no podían siquiera permitirse resultar heridos. Pero Halia estaba traumatizada al presenciar la muerte de sus amigos, y sobretodo, la de su hermana, y Austros, lentamente se sumergía en una espiral de ira y deseos de venganza. Hax puso a salvo a Halia, quien permanecía paralizada por el miedo, y se unió a Austros en una vorágine de sangre. Varias decenas de enemigos cayeron bajo el acero de ambos, sin dar tregua al enemigo que les arrebató a sus amigos. Entonces, la situación se volvió aún más tensa:

Bergot, Zorn y Tera, se habían alzado. A pesar de haberlos visto morir, ahora caminaban con forma animal, desafiantes y listos para atacar a quienes fueron sus aliados. Austros y Hax, exhaustos, quedaron paralizados ante la idea de tener que acabar con sus propios compañeros. Durante varios minutos, se limitaron a defenderse sin dañar a sus enloquecidos amigos, pero la situación cada vez era más difícil, y Hax hundió su espada en el pecho de Bergot, quitándole la vida, esta vez para siempre. Lo mismo ocurrió con Zorn, que acabó bajo el acero de Austros mientras este dejaba escapar una lágrima. Finalmente, cuando se disponían a acabar con Tera, Halia se interpuso entre ellos, alegando que no dejaría que su hermana muriera.

Pero Tera ya no era la misma, y se lanzó hacia el vientre de su hermana con hambre voraz, para después, lograr escapar. 

Para cuando amaneció, el ataque había cesado. Hax resultó herido de muerte finalmente, aunque pudo despedirse de Austros dándole la gracias por su lealtad, y haciendole prometer que no se sentiría culpable de lo ocurrido.

Cuando Hax expiró, Austros dirigió su atención hacia su brazo derecho. Estaba herido, infectado, pronto se convertiría en una de las bestias que acabaron con todo lo que le importaba en la vida.

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El ocaso de un guerrero[]

Voluntariamente, y como medida cautelar, Austros abandonó el reino para no hacer daño a nadie tras su inminente transformación. Junto a un grupo de mercenarios, gastó todo lo que le quedaba de ahorros en un pago para viajar con ellos a través del océano, lejos de su hogar, sin preguntar siquiera cuál sería el destino del viaje. Durante el trayecto, sentía como la maldición se iba apoderando de su cuerpo, de su alma, perdiendo momentáneamente la razón, aunque sin llegar a transformarse del todo.

El viaje de los mercenarios le llevó al lugar más perdido que podría haber imaginado; las heladas costas de Rasganorte.

Allí, abandonó el barco, y se ocultó en una pequeña cueva helada, a espera de su transformación. Lejos de la civilización, en el helado continente no podría hacer daño a nadie. Cuando llegó finalmente la hora de su cambio, Austros recordó lo ocurrido a la mañana siguiente, como un sueño. Había atacado una aldea de nativos, y ni siquiera había podido evitar sus propios actos.

Corrompido por la culpa de haber enviado a sus amigos a la muerte, de haber incluso dado el golpe de gracia a alguno de ellos, y ahogado en la más profunda desesperación, una fría noche de invierno, empuñó por última vez su espada, y puso fin a su vida atravesándose el pecho en lo más profundo de aquella cueva olvidada.

Oscuro renacimiento[]

Mientras la atormentada alma de Austros, viajaba camino del otro mundo, algo se interpuso entre él y el abrazo del eterno descanso. Sintió un inmenso dolor que le arrastraba de nuevo hacia el mundo de los vivos, a la fuerza, literalmente, uniendo de nuevo su alma al cuerpo.

Una fuerte convulsión, unida a una violenta tos, le hizo despertar de su letargo. Su cuerpo estaba entumecido, le costaba moverse con normalidad, sintiendo una extraña y oscura energía recorriendo su cuerpo desde el interior. Su visión, nublada ciega por momentos, pudo reconocer a un grupo de personas a su alrededor con vestimentas negras y extraños símbolos en su rostro. Por sus conversaciones pudo deducir que se trataba de nigromantes que le habían devuelto a la vida con éxito. Le ayudaron a ponerse en pie y descubrió que mantenía su forma animal, a la que se referían como ``Huargen´´. Austros desconocía los motivos por los que había sido alzado de nuevo, pero no dudó en atacar a los nigromantes con fiereza. De los tres taumaturgos, sobrevivió uno, que lo encerró en una prisión mágica a espera de qué hacer con él.

Durante su cautiverio, Austros recordaba la tragedia de sus amigos, añorando la muerte, que le liberaba de su culpa. Pero por otra parte, había dejado de sentir otras muchas cosas. No sentía dolor por la inmensa cicatriz en su pecho, ni apenas el tacto del suelo en sus grandes zarpas. No percibía el frío a pesar de encontrarse en un lugar helado por momentos, ni remordimiento alguno tras haberle quitado la vida a dos personas hacía tan solo unos minutos. Además, no recordaba nada sobre su lucha contra los no-muertos, tan sólo recordaba el ataque de los huargen.

Con el tiempo comprendió su nueva vida. Le instruyeron en las siniestras técnicas que debía controlar como Caballero de la muerte: Canalizar la energía profana, aprender el uso de las runas, pero sobretodo a blandir una espada encantada con los poderes de la muerte con la que acumular poder rúnico para luego devastarlo todo a su alrededor.

Sus nuevos instructores pronto se dieron cuenta de que Austros no había perdido capacidades de combate, incluso había mejorado. En los entrenamientos contra otro caballero de la muerte que también estaba siendo puesto a prueba, Austros no controlaba del todo su salvajismo, dejando al rival moribundo con la espada rúnica para más tarde, acabar con él a base de zarpazos y letales mordeduras. La ira, el odio y la desesperación que sufrió en vida, ahora eran su mayor arma en la muerte.

Rebelión mental[]

Con cada nueva lección, el alma de Austros se tornaba más oscura. Ya ni siquiera regresaba a su forma humana, había logrado perfeccionar sus movimientos mucho mejor como huargen. Cuando fue enviado a una batalla para la que le habían estado preparando en secreto, se llevó varias vidas inocentes por delante, ya no sólo sin remordimientos, sino con placer. Pero no todo fue como esperó, y la sagrada energía de la Luz, oculta bajo la capilla que asaltaron, debilitó a todos los suyos, dejándolos exhaustos y sin fuerzas.

Tras descubrir que su maestro, el Rey Exánime, le había utilizado a él y a sus hermanos como simple carne de cañón, algo en su interior despertó, tomando conciencia de su oscuro ser al fin. Al ser abandonado a su suerte en un mundo que lo vería como a un monstruo, Austros regresó a la necrópolis donde le instruyeron, buscó a su instructor, el último de los tres nigromantes que lo alzaron en la no-muerte, y lo agarró del cuello levantándolo en peso, furioso por lo que habían hecho con él.

El nigromante, apenas sin voz, logró gesticular palabras, afirmando que sus habilidades en combate eran demasiado extraordinarias para dejar que se perdieran para siempre. Le dijo que había sido seleccionado entre muchos, y que no podía permitir que alguien como él dejara de luchar. Austros, mirando fíjamente a los ojos del nigromante, sintió su miedo sin límites, apretó aún más el cuello del hombre, y le dijo:

-El problema fue, que aquel día, reanimaste a tu propia muerte.

Con un fuerte rugido, Austros lanzó por los aires al nigromante, haciéndole caer por el balcón de la necrópolis y dejándole en caída libre hacia su perdición.

Desde entonces, Austros se convirtió en un alma atormentada, pero libre, en un mundo que ya no era el suyo.

Alma errante[]

Austros rechazó pertenecer tanto a los Caballeros de la Espada de Ébano, como a La Alianza. Desde entonces, el caballero de la muerte abandonó la necrópolis de Acherus, viajando por caminos poco transitados, evitando las ciudades y poblaciones, alejándose de la propia existencia. Armado con su hojarruna, viajó por Los Reinos del Este, Kalimdor y Rasganorte, cambiando su residencia para dificultar su encuentro. Quería que su existencia se eliminase para siempre.

A pesar de perder la capacidad de sentir la mayoría de estados de ánimo, lo cierto es que la culpa y los remordimientos continúan guiando sus pasos, sintiéndose incapaz de confiar en nadie ni de, mucho menos, pertenecer a un grupo de aliados.


Nota: El periodo de exilio de Austros se extiende desde la recuperación de Acherus, hasta los hechos acacecidos tras Mists of Pandaria. Durante Cataclysm, colaboró por primera vez como no-muerto con un grupo de valientes, pero más tarde volvió a desaparecer.

Reapertura del Portal Oscuro[]

Tras llegar a sus oídos que el Portal Oscuro había sido abierto de nuevo, algo despertó en la parte mortal de Austros, algo parecido a la tristeza por recordar cómo una invasión puede hacerte perderlo todo. Tras enfrentarse a sus propios demonios, finalmente, decidió unirse tras muchos años a la cruzada de los Heraldos. Austros vio en ellos la oportunidad de volver a formar parte de la defensa del mundo tras mucho tiempo de exilio. Armado con sus hojarrunas, Austros, o más conocido como Rostro Pesadilla, asistió a la Llamada a las Armas con el fin de atravesar el Portal para hacer frente a lo que allí aguardase. 

La Vanguardia de Hierro[]

Acompañando a fuerzas militares, Austros asistió en Ventormenta a la reunión de distintas hermandades que habían oído rumores acerca de una nueva amenaza en las Tierras Devastadas. Aquella noche, en Ventormenta, se acordó permanecer a la espera de la llamada a las armas impuesta por el rey. Pero Austros, lejos de la jerarquía y los protocolos durante demasiado tiempo, desobedeció las órdenes del Gran Maestre de los Heraldos, y partió hacia la amenaza en solitario, algo que le acarrearía muchos problemas en un futuro.

Varios días pasaron hasta que el rey dio la orden de avanzar hasta las Tierras Devastadas. Cuando los refuerzos llegaron allí, Austros apareció sin previo aviso. Su carácter insurgente le costó un severo castigo por parte del Gran Maestre, quien le ordenó encargarse de las labores más deshonrosas de la avanzada. Pero no pudo pasar por alto que había logrado sobrevivir varios días en mitad de la batalla él solo, por lo que los líderes de las hermandades le llamaron ante su presencia.

Austros explicó todo cuando había descubierto, proporcionando información muy valiosa para la ofensiva contra lo que se hacía llamar la Horda de Hierro. A pesar de ocuparse de simples tareas durante el resto de la campaña, los líderes no pudieron pasar por alto sus habilidades de supervivencia y combate, por lo que, cuando todo estuvo preparado para la incursión hacia el otro lado del Portal, Austros tuvo un puesto en primera línea de batalla.

Señores de la Guerra de Draenor[]

Tras atravesar la frontera, Austros encontró una selva de otra época, acompañada de maquinaria bélica como nunca antes había visto lista para arrasar Azeroth, y miles de orcos ansiosos de conquista. Durante una gran escaramuza, Austros acompañó tanto a las gentes de las hermandades, como a grandes líderes y héroes de la Alianza y la Horda, con el fin de rescatar prisioneros, buscar armamento, y destruir al enemigo. En su camino, descubrió a ciertos orcos de increíble poder, y protagonistas de viejas leyendas, con vida, jóvenes y con ansias de batalla. Tras descubrir a los verdaderos líderes de esa Horda de Hierro, Austros acompañó a la avanzada para desactivar el Portal Oscuro e impedir la invasión, así como finalmente, destruirlo por completo para evitar volver a ser abierto.

La eterna noche en Sombraluna[]

Tras su huída de la Selva de Tanaan, Austros llegó a puerto de lo que los Draenei conocían como Sombraluna. Allí, comenzó a construirse una avanzada que sirviese de base de operaciones en Draenor. Con el Portal Oscuro destruido, y envueltos en un mundo salvaje, Austros y sus compañeros quedaron atrapados en un inhóspito lugar, y en una época paralela. Allí, durante varios días, acompañó a exarcas Draenei como Maraad, o incluso a el Profeta Velen, en busca de defender el Templo de Karabor de un ataque de la Horda de Hierro inminente.

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Durante esta época, desde mucho antes de la caída del Rey Exánime, Austros volverá al frente de batalla, para evitar una guerra que quizás, le recordase demasiado a todo lo que él perdió la última vez que se vio en la misma situación.

En esta ocasión, no sólo la venganza dirige su espada, en lugar del honor, sino que además, esta vez no tiene nada que perder.

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